sábado, 13 de octubre de 2007

¿Por qué Ítaca?

Queridas itacenses:
Se me ocurrió la vez pasada que, de alguna forma, no había explicado bien por qué este blog se llama Ítaca.

Hay una hermosísima poesía de Constatin Kavafis (Alejandría 1863-1933) titulada justamente Ítaca. Dice así:


Ítaca

Cuando salgas en el viaje, hacia Ítaca
desea que el camino sea largo,
pleno de aventuras, pleno de conocimientos.
A los Lestrigones y a los Cíclopes,
al irritado Poseidón no temas,
tales cosas en tu ruta nunca hallarás,
si elevado se mantiene tu pensamiento, si una selecta
emoción tu espíritu y tu cuerpo embarga.
A los Lestrigones y a los Cíclopes,
y al feroz Poseidón no encontrarás,
si dentro de tu alma no los llevas,
si tu alma no los yergue delante de ti.

Desea que el camino sea largo.
Que sean muchas las mañanas estivales
en que con cuánta dicha, con cuánta alegría
entres a puertos nunca vistos;
detente en mercados fenicios,
y adquiere las bellas mercancías,
ámbares y ébanos, marfiles y corales,
y perfumes voluptuosos de toda clase,
cuanto más abundantes puedas perfumes voluptuosos;
anda a muchas ciudades egipcias
a aprender y aprender de los sabios.

Siempre en tu pensamiento ten a Itaca.
Llegar hasta allí es tu destino.
Pero no apures tu viaje en absoluto.
Mejor que muchos años dure:
y viejo ya ancles en la isla,
rico con cuanto ganaste en el camino,
sin esperar que riquezas te dé Ítaca.

Ítaca te dio el bello viaje.
Sin ella no hubieras salido al camino.
Otras cosas no tiene ya que darte.

Y si pobre la encuentras, Ítaca no te ha engañado.
Sabio así como llegaste a ser, con experiencia tanta,
ya habrás comprendido las Ítacas qué es lo que significan.

Algunas referencias literarias acerca de la Odisea son necesarias: Polifemo, el cíclope al que ciega Ulises, se porta bárbara y arrogantemente con Ulises y el puñado de hombres que lo acompaña. Incluso engulle a dos de ellos. Los lestrigones son habitantes de Lestrigón. Hunden todas las naves de Ulises menos la suya. Posidón (o Poseidón) dios de los mares y padre de Polifemo, pretende que Ulises nunca llegue de vuelta a Ítaca en venganza porque cegó a su hijo.

Yendo al significado de la poesía, Kavafis propone que nuestro destino (sea este cual fuere [la muerte, por ejemplo]) no debe cegarnos a lo que nos brinda el camino. Y que los obstáculos, los dolores y sinsabores, de la ruta, no estarán ahí si no los alimentamos nosotros mismos; según Kavafis, el camino es lo importante si mantenemos nuestro pensamiento en alto, si nos embarga una selecta emoción, si no los llevamos en nuestra alma los dolores de la travesía.

Es decir, de cómo vivamos, de qué esperemos de la vida, depende que consideremos cualquier obstáculo superable. Ítaca es entonces el destino, pero también el camino que nos lleva a él.

domingo, 2 de septiembre de 2007

El terremoto, preguntas


Los desastres son, inevitablemente, un momento muy interesante para reflexionar acerca del destino.

Tomemos, por ejemplo, el reciente terremoto en el departamento de Ica. Como resultado del mismo una hasta dos iglesias (la de Luren en Ica y la de San Clemente en Pisco) colapsaron matando a varios fieles que se encontraban en ellas: en la Iglesia del señor de Luren 17 fieles perdieron la vida, en la de San Clemente, 148.

Ahora, para los cristianos, dios es todopoderoso, omnisciente, omnipresente. Si esto es así, es imposible que no haya tenida algo que ver con que suceda el sismo en ese sitio y a esa hora.

Por otra parte dios recibe todos los días millones de oraciones de sus fieles solicitándole algo y, según los católicos por lo menos, ha ordenado que lo honren una vez por semana conmemorando la inmolación de su hijo que es parte de la trinidad divina, a través de una misa.

Ahora, ¿cómo podemos aceptar estos dos hechos sin sentir escalofríos? ¿Es decir que dios prefirió que colapsen dos iglesias donde sus fieles lo honraban a que colapsen las casas de aquellos creyentes que no rezaban o, mejor aún, las de aquellos no creyentes? Bueno, aquí indudablemente se refleja un lado muy cruel de ese dios.

Es más, aparentemente, prefirió salvar la imagen del Señor de Luren y al cura de San Clemente antes que a los fieles. Algo anda mal si se acepta esto como parte de la voluntad divina. Y no basta explicarlo con la oscura expresión de que somos incapaces de comprender los designios de dios.

Podríamos hacernos otras preguntas. Por ejemplo, ¿cómo es que dios no se ensaña con aquellos países donde hay más ateos (Inglaterra o Suecia, por ejemplo)? O también podríamos preguntarles a los cristianos, ¿cómo es que dios no envía catástrofe tras catástrofe a los pueblos musulmanes de todo el mundo? ¿No hubiera sido mucho más coherente con su infinita bondad y omnisciencia que ubicara a los pueblos no cristianos o no creyentes en los bordes de las placas de la corteza terrestre o, mejor aún, que los límites de estas placas ocurrieran donde los pueblos no creyentes se asienten?

Pero hay que reconocer que hay un ansia de creer en lo sobrenatural que se arraiga especialmente en la ignorancia. ¿Cómo si no se puede interpretar como un milagro (es decir, un hecho divino que prueba la existencia de dios porque no puede ser explicado racionalmente) que no se destruya la imagen del Señor de Luren o que el cura de San Clemente no haya fallecido?

jueves, 9 de agosto de 2007

Animula vagula blandula

Adriano, emperador romano del siglo II, escribió su propio epitafio antes de morir:

Animula uagula blandula,
Hospes comesque corporis,
Quae nunc abibis in loca?
Pallidula, frigida, nudula,
Nec, ut soles, dabis ioca.


No he podido determinar si ese es el texto completo. Tratando de hacer una traducción con un estimado amigo llegamos a esta fórmula:

Pequeña alma errante y amable,
Huésped y compañera de mi cuerpo,
¿En qué lugar habitarás ahora?
Pálida, fría y desnuda,

no volverás a dar alegría como acostumbras.

En la tradición dicotómica de cuerpo y alma, siempre se ha considerado al cuerpo como la carga material, inútil, sucia y terrenal del elemento divino y espiritual que es el alma. Adriano ve, por el contrario, que el alma queda desamparada e inservible sin el cuerpo. Ya no podrá dar vida, animar, alegrar nada.