lunes, 27 de diciembre de 2010

Kafka en Lima

Primera entrega de informe por un consultor novato

Era el día en que se vencía la entrega del informe. 
Como consultor responsable y puntual, ya estaba yo en mesa de partes a las 8:30 a.m. con mi recibo por honorarios profesionales y dos copias de mi informe.
La señorita me recibió con una sonrisa y, mientras hojeaba brevemente el informe... su sonrisa se desdibujaba hasta transformarse en mueca. Me miró interrogativa:
-Pero..., aquí falta documentación.
-Pero, está el informe con mi nombre y DNI, está la copia y mi recibo por honorarios profesionales. ¿Qué más se puede necesitar? -pregunté con tono de auténtica pregunta retórica.
-¿No le indicaron la documentación? -exagerando el tonito de pregunta (sin retórica).
-Sólo me dijeron que entregara el informe -respondí, exagerando el tonito de respuesta.
-Ahhh..., es que así no se lo puedo recibir. Verá, le falta la firma en la carátula...
-¡Ah!, eso es fácil, -la interrumpí arranchándole el informe y firmando debajo de mi nombre en la carátula.
-... y una carta a la Directora señalando que entrega el informe (no, no basta con entregarlo, hay que anunciarlo por carta) y una declaración jurada diciendo que usted es el autor (no, no basta mi firma en la carátula) y una fotocopia del su DNI y una copia electrónica en CD y el título tienen que ser el que figura en los términos de referencia, -terminó con el tono de quien sabe cuál es el procedimiento.
-Pero..., me es imposible hacer todo estoy hoy. Tengo que ir a mi trabajo y hoy se vence el plazo de entrega.
Debo haberla mirado con cara de Shrek malo y enojado, porque inmediatamente usó el tono de "yo lo ayudo, no se preocupe" y me dijo que podía enviarle todo por correo y que ella lo grabaría, imprimiría, sellaría, autenticaría, engraparía... y demás "ías'.
-Le voy a enviar los requisitos para que la próxima vez no pase por este problema, -me consoló.
Le agradecí encarecidamente y me fui a robarle tiempo al tiempo.


Segunda entrega de informe por un consultor novato
Llegué puntualito a las 8:30 a.m. de la fecha en que se vencía la entrega del segundo informe.
-¡Buenos días, señorita! Hoy tengo todo en orden. Aquí esta el informe. Note usted en la carátula mi nombre, mi DNI y mi firma. Aquí está la carta a la Directora (me pregunto cuántos archivadores estarán llenos de cartas similares, ¡pobres árboles!). Aquí mi declaración jurada, donde juro que soy el autor. Aquí, está el CD con la versión electrónica del documento que tiene en las manos, aquí mi recibo por honorarios y, por último (pero los últimos serán los primeros) la fotocopia de mi DNI.
La sonrisa de la señorita era indescriptible: ancha, brillante, satisfecha...; una sonrisa colgate en regla.
Hasta me contagió y me despedí efusivamente de ella, con la satisfacción de la burocracia cumplida.
"Les cerré la boca", me dije a mí mismo con orgullo anti-estado, "no tendrán nada que objetar".
¿Nada que objetar?
Suena mi celular, a media mañana, .
-¿Señor Bassino?
-¿Sí?
-Lo llamo de xxx.
-¿Sí?
-Hay un pequeño problema con su recibo por honorarios...
-¡¿Sí...?!!
-Es que usted ha llenado las copias del emisor y de la SUNAT con lapicero, y tienen que ser copias con papel carbón...
-¿Me está usted diciendo que no puedo llenar esas copias a mano?
-Es que en administración y en el Ministerio no se las van a aceptar...
-¡Es que no tenía papel carbón!
-Pero no le van a pagar si las envío así.
-¿Sabe usted quien fue Kafka, señorita?
-Le ruego que comprenda, yo no tengo la culpa de esto.
Todo mi orgullo anti-estado se fue al tacho. Había sido derrotado nuevamente por la inagotable creatividad de los trámites estatales.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Tortura y recompensa

Exámenes por corregir. Llegó ese momento del año. Hay que leer y leer.
Hay que juzgar. Hay que decidir (¿dos puntos?, ¿cinco puntos?, ¿por qué no cuatro y medio?, para tal caso ¿por qué no cinco y medio?... ¿cinco y tres cuartos?).
Hay que tener cierto estado de ánimo especial para corregir:
La mente debe estar en paz.
Nuestro pensamiento debe encarcelarse en un cuarto. Nuestro espíritu debe sentarse en una silla, con la mesa y las rumas de papel al frente. Prohibido soñar, prohibido divagar. El mundo, fuera de esa mesa y esas torres de celulosa, simplemente no existe; es más, tampoco puede ser soñado ni inventado. Todo lo que conocemos y hemos conocido está en esos 127 cuadernillos de escritura anónima.
Sólo queda convertirse en juez supremo y juzgar.
Mucho más tarde, años más tarde, cuando haya que entregar los exámenes la próxima semana, habrá que felicitar, que explicar, que aclarar, para que el círculo se complete.
Terminada la tortura, entramos nuevamente en contacto con la vida. En contacto con aquellos que laboriosamente escribieron en esos cuadernillos. Acompañarlos mientras verifican si lograron explicar lo comprendían, si lograron describir cómo esa palabra le daba un nuevo significado al final del cuento, cómo el título nos señalaba el sentimiento del poeta, es ya parte de la vida. Y es la última lección del año. Si logramos juzgar bien cuando corregimos los cuadernillos, resulta siendo una de las lecciones más valiosas.

sábado, 9 de octubre de 2010

Vida y época de Michael K


Quedé fascinado con esta novela de Coetzee. La primera y la última de las tres partes están narradas en trecera persona, la segunda está narrada por el médico que atiende a Michael en uno de los campamentos en que son confinados rebeldes al sistema y vagabundos.
Michael es un simple jardinero. Tiene un defecto de nacimiento (labio leporino) y es de una sencillez que raya en la idiotez. Su absoluto aislamiento de su entrono, marcado por la guerra civil, lo hace un ser único. Quiere complacer a su madre y llevarla al campo, al lugar donde nació, pues las personas para las que ella trabaja han huido de la ciudad, luego de varios atentados. Es cumpliendo este sencillo propósito que se nos muestra una realidad cruenta. Un país destrozado moral y físicamente, que no encuentra otra salida que militarizarse.
Michael K fracasa en su intento de llegar al campo con su madre. Ella, enferma y debilitada por la travesíua, muere antes de lograrlo. Él termina en una granja abandonada que bien puede ser o no ser la que recuerda su madre y de la que él mimso tiene fogonnazos de memoria. Decide esparcir las cenizas de ella en el huerto. Pero Michael sí ha llegado a donde quería. Llega a concebir que sólo debe sembrar algunas semillas que ha encontrado y dedicarse a su cultivo en esa granja abandonada. Siembra con ahínco y paciencia y, cuando ya germinan las primeras semillas, su vida se interrumpe, cuando aparece un descendiente de los dueños, desertor, que pretende que trabaje para él.
Michael escapa. No puede imaginarse vivir tabajando para alguien más. Busca de menar incesante la libertad. Luego es apresado por vagabundo y recluido en un campamento donde debe trabajar para conseguir un poco de comida, privado de sus más elementales libertades.
Huye de ese campamento para regresar a la granja donde logra hacer crecer algunas calabazas más. Pero la granjae es tomada por unos guerrilleros de los que Michael se esconde. Una patrulla que busca a los rebeldes lo encuentra por las inmediaciones y es vuelto a apresar, esta vez como insurgente.
Su obsesión por sembrar, por hacer la tierra producir, contrasta con la desolación de su entorno. Desolación acompañada del encierro al aire libre que sient Michael que es ese estado policial y represivo. Él sólo quiere cultivar algunas plantas para su subsistencia, pero esta vida sencilla y asilada es imposible en medio de la guerra civil.
Sus escasas ambiciones son, a la vez, un escudo contra esa realidad y una muestra de que no hay inocencia posible en esa realidad.
Aparte del simbolismo obvio de que las semillas son un nuevo mundo, se nos muetsra el contraste entre ese mundo de aspiraciones sencillas tapiado del conocimiento de lo que acontece a su alrededor, y el efecto que tiene la actitud alienada de Michael en algunos de los personajes que lo rodean. La novela no es un canto a la enajenación del mundo que nos rodea. Michael es un poderoso foco infeccioso de conciencia de lo que sucede. Esto se muestra con claridad en la segunda parte que narra el médico y que obliga la lector a ver a Michael desde fuera de sí mismo.
Es en especial el efecto que Michael causa en el médico que lo atiende lo que comunica esto. El médico cree ver en él la verdadera libertad. No puede desentenderse de la actitud de Michael que se rehúsa a comer a ser ayudado. Esta actitud radical, aparentemente sinsentido, tiene un profundo humanismo en su base, pues el médico la ve como la verdadera libertad del ser humano. El huerto es, así, el lugar de la intimidad, de donde renacerá la vida. El médico se siente preso de la guerra, muerto y siente que Michael está libre de ella y es la esperanza de otro futuro. Una libertad no excenta de polémica, por que supone no querer ver, no querer conocer lo que sucede fuera. Pero al mismo tiempo, es la libertad del hombre sencillo, sin raza conocida, pero con labio leporino: único.
El final de la novela es conmovedor. Michael se imagina que podría encontrar a algún otro vagabundo, un anciano, tal vez, al que él pueda guiar al campo, a la granja abandonada, y que cuando le reclame que no hya agua, pues los soldados estropearon la bomba de agua, él irá sacándola a cuharaditas del fondo del pozo para regar las plantas. Como alimentaría una madre a sus hijos pequeños.

domingo, 22 de agosto de 2010

Horizonte


El horizonte tiene para mí un atractivo especial. Parece un borde, pero sabemos que no lo es. Hasta ahí vemos, pero sabemos que si nos acercamos, se mueve con nosotros más y más allá.
Quizá sea algo así como los límites que sentimos tener: siempre pueden estar un poco más allá..., si nos atrevemos a avanzar.
Ahora es sólo una línea delgada. Algunos días es borrosa, no sabemos dónde está, aunque la intuimos ahí en la distancia. Tal vez en esos momentos somos más audaces. Otros días es una frontera nítida, implacable, tajante.

domingo, 25 de abril de 2010

Tarde de domingo

Un tarde..., varios trabajos por corregir..., periódicos..., el mar..., algo de sol...
El mar se encrespa por momentos..., luego entra en una calma silenciosa..., luego se encrespa otra vez...
Me apuro por terminar unas correcciones..., luego me encuentro exangüe..., voy a la computadora y me enfrento a la pantalla en blanco..., una titilante rayita vertical me apremia... nada..., silencio...
El silencio no se puede escribir..., una gaviota vuela solitaria, un pelícano roza el mar a velocidad vertiginosa... parece que saben dónde van.

sábado, 9 de enero de 2010

Después de la lluvia


Después de la lluvia, las nubes se posan como delicadas mantas en los cerros. (Delicadas mantas es una expresión bien trillada. Podríamos ensayar otras: etéreas sábanas [humm], vaporosos tules [en tono modernista], suspiros níveos [bien huachafo]).
En fin, puede ser el escenario de un cuento de carretera. De huida. Un triler al estilo oeste estadounidense de los 90 ó 2000. Pienso en "Sin lugar para los viejos", por ejemplo. Pero no es EE.UU., es Lurín. El puente donde la antigua carretera Panamericana Sur cruza sobre la nueva y se acerca a las playas, y conduce al frecuentado km. 43 de Sarita y tantas discotecas de estación. Pero regresemos a la foto. Imaginemos que hacemos un acercamiento continuo y que finalmente nos internamos en la niebla que reposa sobre esos cerros. Imaginemos ese ambiente umbroso, fresco, húmedo. En él hay una cabaña. Una cabaña a lo peruano; es decir, un cuarto de ladrillos puestos unos sobre otros, sin cemento, con las ventanas cubiertas de plásticos de colores, y una cortinilla, también de plástico como puerta. El techo es una calamina sujeta con una hilera de piedras que corona los muros. El entorno es barroso. Hay un lavadero al costado del cuarto. Es de cemento y del caño sale un delgado hilillo de agua. Al otro costado hay un terreno cercado con palos de eucalipto y algunos alambres. Resguarda un cerro de cartones, latas, llantas, plásticos...  En el cuarto vive toda una familia de seis. Se dedican a reciclar lo que recojan. Los plásticos son, por el momento, lo más rentable. La madre trata de poner algo en la olla cada día y, cuando no es época de clases, los dos mayores (hombre y mujer) clasifican y separen en pilas ordenadas los desechos del depósito. Cuando empiezan las clases, ya sólo la ayudan en las tardes y gran parte de la tarea la tiene que hacer ella misma. Su vida transcurre entre esa habitación y ese depósito (y el lavadero que está en el camino). Entre la olla, el lavadero y los desechos. En algún resquicio de esos tres hitos se encuentra con su esposo y sus hijos. Y es así desde hace años. Y será así por los años que le quedan. Pero todo esto, está debajo de esa niebla. Lejos, desde el puente (casi estadounidense), no se ve nada.

viernes, 8 de enero de 2010

Gaviotas


Las gaviotas son "vals del equilibrio, cadencia increíble, llamada en el hombro" según Silvio Rodríguez. Pero también son animales apestosos, inoportunos, chillones, cagones. Acabo de limpiar mis ventanas a costa de mi espalda y ya pasó una con diarrea recordándome que la costa es suya, sólo suya. Que el intruso soy yo.